Con
su pequeña cámara Bolex, rodeado de friends
in cinema de la vanguardia experimental más solidaria y libre,
desde las barricadas de Film Culture, la Film-Makers Cooperative o el Anthology Film Archives, Mekas le otorgó al diario fílmado y a otros
formatos menores
la categoría de poesía cinematográfica con mayúsculas, haciendo de la intimidad
y lo cotidiano, de la enunciación en primera persona, de la memoria inscrita en
el presente, la forma indispensable para explicar y filmar el mundo (y los
recuerdos) desde esa inocencia original que se encontraba en las primeras
películas de los Lumière.
Intermedio
nos regala ahora dos piezas centrales de la larga y continuada (así puede
comprobarse si uno visita la web del director, donde
se cuelgan a diario nuevas piezas, proyectos o materiales) carrera de este
poeta lituano exiliado en Nueva York tras ser expulsado de su país, pasar por
campos de refugiados y escapar de rusos y alemanes, ya se trate de sus escritos
y dietarios (publicados no hace mucho por Caja Negra con el título Ningún lugar adonde ir), como de sus
películas, de las que Walden. Diaries,
notes, sketches
(1969) marca un punto de partida que, primero en soporte analógico y más
recientemente en formato digital (véanse, por ejemplo, sus correspondencias con José Luis
Guerin), atraviesa los últimos 40 años con una insobornable constancia y una
frescura en la mirada impropias de un anciano de 90 años.
Rodado
de manera casi clandestina, Reminiscencias
de un viaje a Lituania (1972) puede ser entendido como un auténtico
filme político a
pesar de tratar de la propia memoria personal y familiar de Mekas en el regreso
al hogar después de muchos años de exilio. Desde las calles de Nueva York a la
casa materna en Seminiskiai, la película busca denodadamente recuperar los
paisajes, los aromas, los sonidos y los sabores de una arcadia perdida. Mekas
filma a su madre cocinando, a su hermano Adolfas, a sus primos y antiguos amigos, canta con
ellos, se reúnen a la mesa, celebran el presente, pero sobre todo ello gravita
el pasado, la expulsión de ese paraíso, el periplo de la huida, rememorada
también en Viena, lugar de tránsito, en una visita junto a Peter Kubelka.
Más
difícil resulta encontrar la herida,
porque en el cine celebratorio y panteísta de Mekas siempre hay pequeñas heridas que afloran, en la
monumental En el camino, de
cuando en cuando, vislumbré breves momentos de belleza (2000),
filme de casi cinco horas y 12 capítulos que articula, en aparente desorden,
apenas unas horas antes de la entrada del nuevo milenio, los home movies filmados por
Mekas en los 60, 70 y 80: imágenes de su esposa Hollis, sus hijos Oona y
Sebastián o sus amigos que alcanzan una inopinada condición lírica y
melancólica en su reelaboración desde un presente en el que esa pareja que
nunca discutió y se amó profundamente ya no es más una pareja y donde todo
parece cobrar el tono de una emocionante despedida.
Cualquier
edición de Intermedio cuenta siempre con
los mejores materiales de acompañamiento. La de Mekas incluye un magnífico
texto de Miguel García, una de las firmas más prometedoras y cálidas de la
joven crítica, junto a otros de Peter Kubelka, Adolpho Arrietta, P. Adams
Sidney y Rubén García. Pero también una jugosa y ruidosa entrevista filmada con
Mekas realizada en Madrid por la revista Lumière
en 2009, toda una lección sintética de uno de los mejores antimaestros de la
historia del cine, y el cortometraje-homenaje This is a Bolex, de Alberto Cabrera.
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