Martin Kohout nació en Praga y vive actualmente en Berlín. Él ha estado trabajando con las instalaciones conceptuales, videos, objetos y participa activamente en la nueva ola de arte en Internet durante los últimos dos años. La primera vez que cobró más importancia en 2006 con una instalación interactiva llamada Ombea que recibió el primer premio en el festival de Lab30 en Augsburgo (Alemania), y posteriormente expuesto en el MAK de Viena (AT). En un principio se estudió cine y ha mostrado sus películas en muchos festivales internacionales. Después de trasladarse a Berlín, Martin ha estudiado en la Universität der Kunst de Berlín, con Alicja Kwade, y actualmente es estudiante en el estudio de Gregor Schneider en la Academia de Bellas Artes de Praga. [www.martinkohout.com]
martes, 27 de marzo de 2012
viernes, 23 de marzo de 2012
Gilles Lipovetsky y la era del vacio/tiempos hipermodernos
Francés de origen polaco, de 54 años, Gilles Lipovetsky es autor de libros como La era del vacío y La tercera mujer, editados ambos por Anagrama. Es juzgado, tanto en Europa como en América, como uno de los mayores filósofos contemporáneos, pero no solamente como un intelectual absorbido por su trabajo académico sino como alguien que es capaz de descender de su torre de marfil y hablar con la gente común de igual a igual, toda vez que trata temas concretos como la moda, el consumo, la libertad, los excesos y otros temas similares.
Los Tiempos
Hipermodernos, su último libro editado en español, es una introducción
al pensamiento del autor, además contiene una entrevista con el mismo;
Gilles Lipovetsky retoma su itinerario intelectual, pero aporta un
elemento suplementario: lo 'posmoderno' ha llegado a su fin y hemos
pasado a la era 'hipermoderna'. Esta época se caracteriza por el
hiperconsumo y el individuo hipermoderno: el hiperconsumo absorbe e
integra cada vez más esferas de la vida social y empuja al individuo a
consumir para su satisfacción personal; el individuo hipermoderno,
aunque orientado hacia el hedonismo, siente la tensión que surge de
vivir en un mundo que se ha disociado de la tradición y afronta un
futuro incierto.
Este nuevo libro funciona como el resumen
puntual de los temas que han obsesionado al filósofo francés desde sus
primeros tiempos hasta ahora; El análisis del paso de la modernidad a la
hipermodernidad en las sociedades desarrolladas.
En 1983
publicó La era del vacío, un texto en el que ya están puestos los
cimientos de su visión de la sociedad actual. En dicho libro Lipovestsky
articula los conceptos que le han proporcionado una reputación
intelectual bien ganada: Destrucción de las estructuras colectivas de
sentido, hedonismo, consumismo, tensiones en los individuos y en la
sociedad civil, la seducción como forma de regulación social.
Para
Lipovetsky el desarrollo de la globalización y de la sociedad de
mercado ha producido en estos años nuevas formas de pobreza, marginación
y un considerable aumento de los temores e inquietudes a los que nos
enfrentamos los ciudadanos. Sin embargo, la sociedad hipermoderna no ha
supuesto la aniquilación de los valores. Al contrario, el hedonismo ya
no estimula tanto, la extrema derecha no ha tomado el poder y el
conjunto de la sociedad no ha caído en desviaciones xenófobas y
nacionalistas. La dinámica de la individualización personal no ha
supuesto que la democracia pierda firmeza o se aleje de sus principios
humanistas y plurales. Los derechos humanos siguen constituyendo uno de
los principios morales básicos de la democracia. La dinámica del
individualismo refuerza, en opinión de Lipovetsky, la identificación con
el otro. El culto al bienestar conduce, aunque parezca paradójico, a
que los individuos sean más sensibles al sufrimiento ajeno.
Y
sin embargo debo decir que a pesar de que la obra de Lipovesky es una de
las más apasionantes y certeras sobre la visión del consumo y la
construcción de identidades en este proceso de transformación de la
modernidad, que heredamos del siglo XIX; Pero la visión de Pilles
Lipovestky se puede circunscribir a la realidad de las sociedades
avanzadas, al primer mundo. Es triste afirmar que en nuestro país, lleno
de desigualdades y carencias de todo tipo, solo una minoría ilustrada,
podrían estar llamados para entrar a los nuevos tiempos hipermodernos.
miércoles, 21 de marzo de 2012
James Benning / observar el tiempo
El Lago Michigan, el Gran Lago Salado, el Lago Hiamna, el Lago
Okeechobee, el Lago Pontchartrain, el Lago Rojo, el Lago Champlain, el Mar
Salton, el Lago Powell, el Lago Winnebego, el Lago Flathead, el Lago Goose y el
Lago Moosehead. Trece planos estáticos de diez minutos cada uno con la línea de
horizonte dividiendo la pantalla en dos partes exactas, mitad agua, mitad
cielo. No hay relato, no hay presencia humana directa, tan sólo un barco aquí o
un tren allá; el único protagonista de la película es el paisaje. La que nos
hace James Benning en 13 Lakes es una propuesta esencialmente
contemplativa, sí, pero no basta con tener los ojos abiertos: hay que mirar y
escuchar para comprender.
En la filmografía del cineasta de Wisconsin hay muchas piezas que
responden a una estructura extremadamente cerebral, definida por reglas muy
estrictas. Con Los quiso ofrecernos su particular
visión de la ciudad de Los Angeles mediante 35 planos de dos minutos y medio.
Para Utopia tomó prestado sin permiso todo
el soundtrack de un documental de
Richard Dindo sobre el Che Guevara y lo montó con imágenes desérticas de México y el
sur de los Estados Unidos. En 1977 rodó en su Milwaukee natal One Way Boogie Woogie, un film de sesenta minutos
armado a base de planos fijos de escenarios urbanos y industriales; chimeneas,
coches, edificios y aceras asomaban en una película que pretendía reflejar el
decaimiento de un territorio. Veintisiete años después, el director volvió a los mismos
lugares y repitió la experiencia en un ejercicio fascinante de observación del
paso del tiempo y las transformaciones que trae consigo. En Ten Skies se valió nuevamente de planos
fijos de diez minutos para mostrarnos el cielo que observa desde su hogar en la
pequeña villa de Val Verde, en California. Diez cielos afectados por las
condiciones atmosféricas y ambientales de las tierras que se extienden por
debajo de ellos; diez secuencias que nos regalan una inspiradora reflexión
sobre nuestra relación con la naturaleza.
James Benning combina una intensa voluntad de analizar el valor de la
imagen y la narrativa fílmica, con elementos mucho más íntimos y personales
relacionados con su propia experiencia biográfica (de ahí el retrato incansable
de los escenarios que ha conocido a lo largo de su vida) y con su concepción
estética, incluso poética, del paisaje y de su contemplación, entendida como un
ejercicio intelectual y emotivo. En sus películas nos obliga a mirar y a
escuchar, consciente de que cualquier escena puede ser apasionante si le
dedicamos la suficiente atención. Pero mirar y escuchar no es un
entretenimiento intrascendente y banal. Para Benning mirar y escuchar es un
acto político, pues la
forma en que percibimos el mundo refleja inevitablemente nuestros prejuicios
como individuos.
Cineasta radical, independiente y vanguardista, James Benning vive
completamente apartado del sistema comercial y no parece tener tampoco mucho
interés en dar a conocer masivamente sus trabajos, que ni siquiera han sido
editados en DVD, y pese a ello hoy por hoy es una figura venerada en todo el
planeta, objeto de atención de los festivales abiertos a las producciones menos
ortodoxas (BAFICI, FICCO). El Museo del Cine de Austria
acaba de dedicarle una completísima
retrospectiva que
incluyó también sus trabajos de los 70, piezas de dos o tres minutos en muchos
casos que apenas han conocido difusión. En el ciclo se proyectaron sus dos
nuevas películas, Casting a glance, que rinde tributo al Spiral Jetty del artista Robert Smithson, y RR, que recorre Estados Unidos
entre caminos de hierro y trenes que pasan.
En España la veda la abrió en 2006 el Zinebi y el Museo Guggenheim de Bilbao,
pero en cualquier caso sigue siendo un director extremadamente poco conocido,
cuyas películas (y sólo unas pocas) circulan de mano en mano transmitiendo
asombro pero también la insatisfacción de no poder acercarse a ellas en las
condiciones que serían deseables. Dejamos para otro momento el absurdo debate
sobre cuál es el lugar apropiado para la exhibición de un cine tan atrevido y
experimental como el de James Benning, si los museos de arte contemporáneo o
las filmotecas, porque el verdadero problema es que ni unos ni otras suelen
arriesgarse a programar esta clase de obras.
martes, 20 de marzo de 2012
martes, 13 de marzo de 2012
Suscribirse a:
Entradas (Atom)